Es para mí un honor, como he repetido muchas veces en distintos foros, ostentar la máxima representación diplomática de Naciones Unidas, una organización creada, como saben, para mantener la paz y seguridad internacionales, amén de fomentar relaciones de amistad entre las naciones. Y me acojo precisamente a la noción de amistad para sacar a colación un tema espinoso y hacer una sugerencia sin miedo a que se interpreten mis palabras como un ataque, porque entre amigos no caben suspicacias ni recelos. Vaya por delante que se trata de una sugerencia con la que no pretendo dar lecciones a nadie, ni decir a quienes saben más que yo lo que deben hacer. Tómense mis palabras, insisto, como un simple desahogo, como el lamento de un ciudadano más que sueña realidades imposibles.
Creo que no es ningún secreto que la situación de algunos niños es hoy en día mejorable. Pienso sobre todo en los niños que están muriendo, por ejemplo, por causas no naturales. Causas como, por ejemplo, una explosión. Una explosión provocada, por ejemplo, por el impacto de un misil. Un misil lanzado, por ejemplo, a un hospital. ¿Por quién? Eso da igual. Es probable que ni siquiera haya culpables, pues el mundo en sí mismo es un lugar hostil y la guerra es el padre y el rey de todas las cosas, como bien dijo el filósofo Heráclito. Sin embargo, con la confianza que me da saber que estamos entre amigos, me gustaría encontrar la forma de animar a todas las naciones a no matar a niños y a no bombardear hospitales donde es probable que haya niños. Si puede ser, en la medida en que sea viable, y dicho lo cual sin ánimo de ofender. Soy plenamente consciente de que mi ruego no es más que una moneda lanzada al pozo de la ingenuidad. Perdónenme, pues, si les parece inoportuno.
Puede argumentarse, y con razón, que si se esconden armas muy cerquita de donde están esos niños, es bien difícil destruir las armas sin destruir a los niños. Puede argüirse que, militarmente hablando, lo que debe hacerse es matar a los niños para destruir esas armas que podrían matar a más niños. Aún así, dejen que me arriesgue a hacer el ridículo con una pregunta que seguramente les parecerá tonta a los expertos en el arte de la guerra: ¿No merece la pena dejar las armas donde están para no tener que matar a los niños? ¿Es realmente ingenua la petición? Normalmente, cuando atracan un banco y los delincuentes toman rehenes, las autoridades no irrumpen en la sucursal matando a todo el mundo, especialmente si hay niños, pero incluso si no los hay. ¿Es de verdad una estupidez aplicar la misma lógica en un conflicto armado?
Qué fácil es hablar, ¿no es cierto? Dar lecciones desde la comodidad de un despacho. Pontificar, además, como si estuviera descubriendo algo nuevo al decir que volar por los aires un hospital es altamente desaconsejable. Aunque «volar» quizá es un término exagerado. «Hospitales», incluso, suena demasiado grave. «Defender los propios y legítimos intereses actuando en centros sanitarios armados hasta las cejas» sería quizá la mejor forma de decirlo. Sea como fuere, concédanme la licencia de imaginar un mundo en el que este tipo de actos se evitan en la medida de lo posible. Y me disculpo de antemano si esta petición les parece insensible, incómoda o indecorosa. Ocurre que he visto algunas fotografías y hay cosas que no estoy siendo capaz de callar más tiempo. Y pienso también que, por pedir, que no quede, pues el «no» ya lo tengo.
Visto en: Mundo Today