No importa lo que nos muestren Top Chef y MasterChef: lo cierto es que no todos nacimos para cocinar. Y eso está bien. Encontramos formas de lidiar con ello, como pedir comida, comer afuera, encontrar la felicidad en una pareja que sepa cocinar u optar por platos ya hechos o tan sencillos que hasta un niño podría hacerlos.
No obstante, los más valientes se atreven a jugar con su talento culinario (o, mejor dicho, con la falta de él) y se adentran en una aventura en la cocina. ¡Sorpresa! Con frecuencia, sus platos salen mal y ocurren varios accidentes; pero, oigan, nunca se sabe si nunca se intenta. Y, si nunca se intenta, ¡nunca se aprende!
Después de todo, esto nos da el mejor regalo de todos: la risa. La vida es muy corta y, si lo que nos hace sonreír es una bandeja de magdalenas quemadas, que así sea. Continúen leyendo y asegúrense de ver nuestras publicaciones anteriores con más desastres en la cocina, aquí y aquí.