OPÁ, YO VIACÉ UN CORRA

El objetivo general del presente estudio supone el elaborar un análisis tanto del discurso como de los metadiscursos derivados de la obra cumbre del pensamiento Occidental. Es decir, de la nunca bien ponderada canción de “Opá, yo viacé un corrá”, fruto de la preclara mente de “El Koala”, sabio de insigne lustre, que ha venido a recordarnos que las tierras béticas son una de las cunas de la Filosofía con mayúsculas, tierra que antaño hollaran Séneca y Averroes.

En líneas generales, El Koala siente el deber de realizar un corral. Es una concepción del deber muy firme, de irrefutable aspiración kantiana, y además fundada en criterios de honda racionalidad.

La obra es rica en matices, recogiendo y reflejando lo más brillante de las capacidades humanas. El hijo se enfrenta al padre y le cuenta su intención de abandonar el huerto y criar animales en un corral. No es difícil elaborar aquí una genealogía de inspiración foucoultiana que nos retrotraiga al mito de Edipo matando al padre. Incluso cabría preguntarse, de manera un tanto osada quizá, hasta que punto la tríada formada por el padre (figura patriarcal), el Koala (hijo, aspirante a derrocar al patriarca para, en el fondo, perpetuar el propio patriarcado) y el Corral (el medio agrícola, medio natural del ser humano en el subconsciente colectivo), no responde a un arquetipo jungiano.

Comienza así de contundente: “opá yo viacé un corrá”.

El Koala manifiesta la necesidad de independizarse de sus progenitores, de autorrealizarse como sujeto. Decide crear su propio corral, convirtiéndose este en su proyecto vital, en el catalizador de todas sus esperanzas de futuro. Sin embargo ¿representa el deseo del Koala una ruptura o una continuación con respecto a sus modelos heredados de conducta? Sus ansias de libertad no parecen estar reñidas con una perpetuación del trabajo en el agro, medio al que se ha visto abocado desde la más tierna infancia. Esto nos lleva a una pregunta aún más incisiva: ¿Es el agro una fuente de trabajo intelectual exclusivamente tradicionalista, o por el contrario tiene visos de constituir una elaboración intelectual más progresista, fundamentada en la Razón? Si nos decantamos por esta última, es palpable el influjo que Rousseau tiene en el Koala, y tal vez el propio Koala sea una velada alegoría del mito del buen salvaje, haciendo aún mas patente la patina rousseauniana que de la obra se deprende.

Para poder llevar a cabo la consecución de nuestros anhelos se necesita sobre todo determinación. Así lo expresa al decir : “Opá, yo viacé un corrá”. Al padre no le pregunta si puede hacerlo sino que le dice, con determinación, lo que va a hacer. No son pocas las voces que han creído ver una sorprendente ingerencia del pensamiento de raíz nietzschiana en las palabras del Koala. Lo cierto es que no podemos descartarlo, ya que es posible percibir a lo largo de la obra una cierta reivindicación de tipo individualista, con una noción de sujeto motivado principalmente por su propia voluntad, sin hacer ningún tipo de consideraciones hacia los conceptos morales del bien y del mal. ¿Es el Koala el Superhombre que propugnaba Nietzsche? Sería una afirmación osada, pero no imposible.

opa2 OPÁ, YO VIACÉ UN CORRAA la vez que demuestra su convicción, el Koala, por otra parte, no deja de transmitirle al “opá” su cariño y gratitud al decirle que eso no significa que vaya a abandonarle a su suerte en sus actividades de labrador, sino que le seguirá ayudando en todo lo que haga falta: “tayúo a pintá el Lanrove, tayúo a zacá lah papa, tayúo a lo cagafarta”. Pero, a continuación, no puede evitar recalcrle que : “Pero que sepah que Opá yo viacé un corrá”.

Desde el punto de vista del psicoanálisis, se ha dicho que quizá por vivir en un entorno excesivamente rural o por no haber tenido suerte, se puede interpretar que “El Koala” es un “mozo viejo”, o que va camino de ello, lo que se conoce como un “solterón”. El tema de la procreación le obsesiona al punto de querer vivir rodeado de todos los animales que pueda criar en su corral. Aunque recordemos que esta hipótesis tan freudiana es en efecto sólo eso, una hipótesis.Es posible que el Koala proyecte en sus animales su necesidad de tener una familia, de perpetuar la especie, aunque no sea la suya. Quiere “eshá cabrilla y sacá shivillo,…eshá guarrilla y sacá guarrillo,… pa eshá una potra y con su potrillo”.

Otras interpretaciones de inspiración marxista han señalado que aquí se quiere incidir más en aspectos de orden económico que en otros más psicológicos. En estas estrofas el Koala define la infraestructura económica sobre la que va a apoyar su superestructura ideológica. Desde las filas de la filosofía frankfurtiana se ha comentado que no son excluyentes los análisis psicoanalíticos con respecto a los marxistas, tal vez el Koala ha sido lo suficientemente hábil como para entretejer ambos metadiscursos en esta parte de su magna obra.

Quiere que ese corral sea su sitio, su hogar, donde todo esté como él quiera y así tenerlo “pa guarda coza y hahta la motillo…”. El Koala anhela una libertad que no tiene aún. Además, es irrefutable que el Koala se manifiesta claramente a favor de la propiedad privada, al menos a pequeña escala, pero dada la modestia que emanan estas letras parece un estilo de propiedad privada más ligada al utilitarismo y a las éticas del bienestar de Bentham y Stuart Mill que al gran Capital que esbozó Adam Smith.

También muestra su ilusión al relatar todo lo que va recopilando para llevar a buen puerto su propósito: Así, comenta que “tengo lah maera y tengo doh tablone, lah shapa del tejao la he zacao de unoh bione”. Esto último indica la escasez de recursos de los que dispone, y que hace más loable, si cabe, su consecución. Las filas del marxismo han reivindicado el elogio a la dignificación del trabajo que, una vez más, introduce el Koala en su canción.

A la vez, dice: “Tengo la manerah y tengo la intencione opaíito, er domingo empiezo a ve si tengo cohone”.

Al decir “opaíto” vemos también una necesidad de que su padre le muestre su apoyo, porque tiene miedo y necesita cierta protección, como suele ocurrir cuando uno se embarca en una aventura de este calibre. Él mismo dice: “…a ver si tengo cohone”. Porque teme que aquello, que es su máxima ilusión, no salga bien, y eso le echa un poco para atrás. La determinación debe ser también entendida como “valor”. Nuevamente aparece un cierto aroma nietzschiano en sus palabras.

“Con zu permizo, me hago un corralillo”. Es preciso entender que esta estrofa no viene a minar la fuerte determinación del Koala con respecto a su proyecto, sino que debemos contextualizarlo dentro del “juego de lenguaje” Wittgensteiniano en el que se maneja el autor. Esto implica que el Koala está aludiendo directamente al respetuoso trato que considera necesario mantentener con su “opá”. Al final, la educación que nos han dado, de respeto al padre, le hace decir: “con zu permizo me hago un corralillo”. A modo de reverencia a esa figura que supervisaba todo y que ya poco tiene que añadir al tema. Y le recalca una y otra vez que lo del corral va en serio:

“Yo viacé un corrá, yo viacé un corrá, yo viacé un corráaaa aceuncorrá…”

Tras este derroche de tropos de carácter reiterativo, nuestro protagonista exclama a voces: “¡Opá, opá, opaito, voacé un cooooorrá…”.

Es significativo el énfasis vitalista que rodea la brillante conclusión de la obra, que parece distanciarse del fondo claramente racionalista, kantiano incluso, que parece emanar del mensaje general. También parece que, o bien el padre no se entera muy bien o pasa bastante de él.

En definitiva, todos queremos tener nuestro corral, todos somos un poco “El Koala”, aunque para mediados de julio ya odiemos la canción tanto o más que cualquiera de King África o Georgie Dann. Que tenga usted suerte con su corral, Señor Koala.

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