José Fernando Ramírez, empleado de la compañía Jenkins&Co., aceptó participar esta semana en la compra de lotería navideña de la empresa pese a que no cree en los juegos de azar. Decidió apuntarse porque entendió mal la propuesta que le hizo su compañera Míriam y pensó que le estaba proponiendo hacer un trío.
«Me dijo que si me apetecía jugar, que Manolo le acababa de confirmar que se apuntaba. Desde mi punto de vista, esto es una propuesta de sexo en toda regla», se queja Ramírez. Explica que, al preguntarle, sintiéndose halagado, si era ella la que elegía a los participantes, Míriam se limitó a decirle que «es la lotería, se apunta el que quiera». Creyó entonces que la propuesta no era para un simple trío sino para una orgía corporativa. «Estaba convencido de que se refería a que te toca quien te toca, que no se le dice que no a nadie, y me pareció bien que fuera tan abierta». Para colmo, José Fernando quiso saber si también participaba Alfonso Sancho, de Contabilidad. La compañera le confirmó que sí, él le preguntó entonces si no le molestaría que le tocara «el gordo» y ella replicó que «todo lo contrario, de eso se trata». Además, agregó que, si él no se apuntaba y luego era el único a quien no tocaba, se iba a arrepentir.
Cuando le pidieron que pagara su parte, José Fernando se sintió contrariado. «Pensé que, al intentar hacer negocio, igual se estaban pasando un poco. Pero al menos entendí que le pareciera bien que le tocara el gordo, claro. Me pareció hasta barato siendo la Míriam», reconoce.
La confusión se hizo evidente cuando le ofrecieron varios números y eran todos muy largos. «Es una empresa grande y la Míriam es mucha Míriam, pero mi turno era el 23478, y eso es una cola larguísima», relata. Como no estaba dispuesto a esperar tanto, José Fernando se sinceró con su colega: «Le pregunté cuánto me costaría ser como mínimo el décimo, y ella me aclaró que eso era exactamente lo que había pagado. Me quedé un poco más tranquilo». Sin embargo, se le ocurrió preguntar también dónde se suponía que se iba a celebrar un evento con tanta gente implicada. «Me contestó, hablándome además como si fuera tonto, que solía hacerse en el Teatro Real y que había unos niños cantando. Ahí sí que me planté. Le dije que era una flipada y una pervertida, y que me borrara de la lista de depravados».
Esta mañana, un becario ha sacado a José Fernando de su error. «Es una pena porque me había comprado ropa interior roja. La tendré que dejar para Nochevieja, que me han invitado a una fiesta con doce putas», señala sin ocultar su decepción.
Visto en: Mundo Today