Cómo ser un buen cliente y un buen camarero

Cómo ser un buen cliente

Al camarero le encanta hablar, si no sería acomodador.
Es un deber del cliente hacerle repetir los platos del menú unas quince veces.
Para ello, cuando el camarero los recite por cuarta vez, usted procure hablar por el móvil.
– Si en el bar o restaurante hay una carta, procure no haber decidido qué comerá hasta que no llegue el camarero.
Pregúntele si cada plato está bueno. Cambie de opinión sólo cuando el camarero ya haya apuntado su petición.
– Al camarero le encanta caminar, si no sería taxista, y el deber del cliente es hacer que camine. Si usted y sus compañeros de mesa quieren otra cerveza, deberán pedirlas de una en una. Cuando traiga la primera pidan la segunda, y no pidan la tercera hasta que no haya llegado la segunda. Así hasta que muera.
– Si usted es amable, el camarero jamás será diligente con usted. Sea desagradable, proteste. Verá como los simpáticos clientes de la mesa 3, que han llegado horas antes que usted, siguen echando raíces, esperando la cuenta.
– Es un deber del cliente procurar adivinar cuál es el plato que ya se ha terminado para pedirlo.
– Algunos inmaduros como usted no saben esperar los veinte minutos de la paella, y para entretenerse piden unas aceitunas. Los maduros ya sabemos que el camarero, que es un gran psicólogo y quiere nuestro bien, nos traerá las aceitunas después de la paella.
– Es un deber del cliente ser más listo que los otros clientes. Si hay doce clientes haciendo cola, puede que sean todos tontos, que haya una mesa libre y los doce tontos no lo sepan. Sáltese la cola y pregúntele al camarero.
– El disk-jockey del bar de copas pone música al tuntún, sin ningún criterio. Es un deber del cliente ir a la cabina a pedir algo que no tenga nada que ver con lo que pone. Ejemplo: si el DJ pincha música Trance, pídale Gavilán o Paloma. Póngase pesado, a él le encanta que le insistan. Cuando la ponga, aproveche para irse a otro bar.

Cómo ser un buen camarero.

Cuando el bar esté muy lleno de clientes y usted no dé abasto, no cometa el error de correr. Si corre, todos los clientes histéricos empezarán a llamarle. Camine despacio y mírelos a los ojos. Culpabilícelos por llegar todos a la misma estúpida hora.
– Cuando traiga la cuenta, jamás debe esperar a que el cliente saque el dinero. Eso simplificaría el proceso de manera innecesaria. Váyase. Ya volverá a recogerlo. Si pretenden pagar con tarjeta, y ya la tienen a punto cuando usted trae l a cuenta, mire hacia otro lado. Se creen muy listos.
– Si le piden pan, procure traerlo cuando estén comiendo el postre. Si le dicen que no quieren pan, tráigalo al principio. Tanto en el primer caso como en el segundo, cóbrelo como si fuera un empaste dental.
– Los clientes tienen la molesta costumbre de preguntar cómo están hechos los platos o los cócteles. Si usted quisiera que ellos supieran cómo están hechos, ya lo habría especificado en la carta. Si el cliente pregunta, por ejemplo, qué son las “churras con merinas a la vasca” no conteste nada que no esté escrito. En este caso, deberá decir: “Pues son churras con merinas”. Si insiste, diga: “Las churras son churras, y las merinas son merinas. Y están hechas a la vasca”.
– El postre no se escribe en el menú, se dice de viva voz. Sería más práctico que también se escribiera, pero es tradición, y punto.
– Algunos clientes no terminan nunca. Piden un gin-tonic y hacen que les dure toda la noche. A la que se den la vuelta, lléveselo. Así aprenderán. Si protestan les pone otro gin-tonic, y si dicen que no es lo mismo, que ellos querían ese culín de ese gin-tonic, llame a la policía
– Cuantos más cubitos ponga en el whisky, más ahorrará. Hay clientes listillos que no quieren cubitos. Por algo será. Trátelos como a criminales.

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